martes, 5 de febrero de 2008

SOY DATIS Y ESTA ES MI HISTORIA

Soy Datis, y esta es mi historia...


Fui general medo y participé como comandante en jefe de la fuerza expedicionaria aqueménida durante la segunda expedición de castigo contra las poléis de la Hélade en el año 31. Es de todos sabido que fui unos de los generales más importantes de los súbditos del Gran Rey, por lo que ahora os cuento como sucedieron los hechos.

En el año 22 del reinado del Gran Rey, los jonios, nuestros adversarios en Asia Menor, se rebelaron contra nosotros en la llamada Revuelta jónica y nuestros líderes en las ciudades fueron hecho presos, obligándolos a rendirse. Más tarde, el verano siguiente, destruyeron la ciudad de Sardes .

En el año 10 del reinado del Gran rey los atenienses con la ayuda de Cleómenes I, el rey Lacedemonio expulsan a Hipias hijo de Pisístrato y tirano de Atenas, quien asumió la función de los asuntos públicos y cuyas actuaciones fueron la introducción de un nuevo sistema monetario en Atenas en el año 4 del reinado del Gran Soberano Cambises II. Hipias huyó a Sardes, a la corte del sátrapa Artafernes, quien le prometió el control de Atenas si lograban restaurarlo en el poder. Atenas nos exigía que entregaramos a Hipias para que lo enjuiciaran, pero nos negamos, lo que provocó que Atenas, en vísperas de la revuelta jónica, enviara 20 naves en ayuda de los jónicos.

En el año 22 del reinado del Gran rey, en las ciudades costeras de nuestro mar se produce una revuelta en la que los rebeldes toman Sardes. El levantamiento lo organiza la polis de Mileto, uniéndose Éfeso, Focéa, Clazomenes, Colofón, Priene, Teos, Quíos, Samos, Eritrea, Miunte, Lebédos y Esmirna. Pese al gran trato que recibieron, osaron levantarse contra el Gran Rey y pacificar la zona nos costó 6 años.

El Rey Darío envió tropas para suprimir la revuelta y me eligió a mí. Yo comandé la armada aqueménida en la Batalla naval de Lade del año 27 y lo que significó el inicio del asedio a Mileto y la conclusión de la revuelta. Esto alarmó a nuestro rey Darío, que deseaba castigar a las dos ciudades.

En el año 28 del reinado del Gran Rey conseguimos someter a las poleis rebeldes. Las ultimas en resistir fueron, Quíos, Lesbos y Ténebos. Una vez derrotadas, conseguimos navegar victoriosos por las costas del Helesponto y Calcedonia. Este episodio motivó que nuestro Gran Rey pusiera su mirada en la Península helénica para hacer saber a su población que era una osadía desafiarle.

Dicha afrenta, fue la que motivó la decisión del gran rey de enviar una expedición de castigo para dar un correctivo a los insurrectos.



La ciudad de Eretria también les había enviado ayuda, aunque no les sirvió de mucho.

En el año 29 envió un ejército bajo el mando de su yerno, Mardonio. Empezó con la conquista de Macedonia y obligó a Alejandro I a abandonar su reino, mientras que en el camino al sur, hacia las ciudades, nuestra la flota fue arruinada en una tormenta en el cabo Athos, en la que perdimos 300 naves y 20.000 hombres. A Mardonio lo forzaron a retirarse a Asia a lo que se sumaron los ataques de los tracios ocasionaron pérdidas a nuestro ejército en retirada.

Nuestra victoria era casi inevitable, necesitábamos asegurar una posición mejor para seguir con la expedición de castigo de Atenas. Darío, quería aislar Lacedemonia, para así conquistar Atenas, pero, no sin antes dejar de conquistar los territorios del Egeo para consolidar nuestro poder sobre Jonia. Nuestro rey se decantó por llevar a cabo dos actuaciones: por un lado, derrotar al ejército en campo abierto; y por otro, lograr la rebelión de la cuidad para que se rindiese a los aqueménidas.

Así que los navíos fuimos puestos a la mar para transportar tropas a través del Egeo. Yo y el sobrino de Darío, Artafernes, comandamos la expedición con las suficientes razones para llevarla a cabo; por un lado queríamos castigar a todos aquellos que se enfrentaron a nosotros en la anterior rebelión jonia, y por otro, conseguir el dominio del Egeo y crear así una zona de seguridad entre nuestro territorio y el del adversario. En definitiva se trataba del mismo proyecto que propuso el padre de mi compañero cuando sin éxito intentó conquistar la más grande de las islas Cícladas, Naxos.

Las fuerzas navales estaban al mando de Artafernes, que fue quien trató con Hipias. A mi me asignó la función de almirante de Mardonio para que tomara por sorpresa la ciudad. La opción para llegar allí era tomar la ruta más corta y ejecutar la navegación en línea recta, atravesando las islas presocráticas del Egeo, pues de esta manera ganaría el tiempo suficiente como para coger al enemigo por sorpresa y sin contingente suficiente de hoplitas ya que sus aliados los lacedemonios estaban celebrando la Carteia. Con este pretexto, anticipar mi llegada, suponía, que los lacedemonios iban a demorar la suya.. A todo esto se sumaba mi gran potencial: mi flota (con 600 trirremes) y mi infantería ligera, que disponía de arqueros bien entrenados, por lo que aplastaríamos a los atenienses de un plumazo.

En principio, los objetivos de la expedición fueron logrados, pues nos hicimos con las islas Cícladas y especialmente con la más grande.

Posteriormente tomamos la isla de Delos, el principal centro cultural de nuestro enemigo y una vez allí hice un espléndido sacrificio para nuestro dios supremo Ahuramazda, a quien ellos llamaban dios Apolo.

Un poco más tarde, ocupamos Eubea y su capital Eretria, masacrando y deportando a todos sus habitantes a Elam.

Cinco días más tarde, ya estábamos listos para intentar nuestra próxima misión, devolver a Hipias al poder, él nos aconsejó que teníamos que desembarcar en Maratón (que se encontraba a tan solo 25 km del norte de la ciudad) y así lo hicimos. Una vez desembarcamos nos encontramos con que los atenienses nos enviaban un ejército de contención para bloquearnos el paso, pero cesaron y se mantuvieron a la espera, con lo cual no nos atacaron. En ese momento ganamos tiempo para saquear su territorio y aprovisionarnos durante 5 días. La verdad que esto me sorprendió ya que durante cinco días, estuvimos esperando progresos. Me di cuenta que el ejército ateniense nos iba arrinconando lentamente y acortando la distancia entre los dos campos para impedirnos el movimiento. Ahora el tiempo y la iniciativa corría a favor del adversario por lo que fuimos nosotros los que decidimos movernos primero y en el sexto día decidimos atacar Atenas.

Los atenienses ya habían visto pelear a nuestra caballería durante la revuelta jónica por lo que para ellos era esencial evitar que la usáramos. A ello se sumaba que Milciades decidió moverse contra nosotros por la mañana muy temprano. Éste contaba con dos tribus en el centro de su falange: la de Leontis conducida por Temístocles y la tribu de Antiochis que fue conducida por Arístides. En total, su profundidad era de 4 filas, mientras que el resto de sus tribus estaban en los lados con 8 filas de hombres. Frente a ellos, nosotros: mi ejército compuesto mayoritariamente por infantería aunque poseíamos gran cantidad de arqueros bien entrenados, dado que muchos de nuestros soldados profesionales estaban obligados a saber tirar con el arco y la flecha, lo que nos hacía capaces de desenvolvernos en diferentes tipos de combate. También poseíamos otro tipo de soldado: los Takabara, pero a éstos los utilizábamos para propósitos marinos. Nuestra superioridad era apabullante.

Por un momento la distancia entre ambos ejércitos se redujo aproximadamente a 1.500 metros y con facilidad podíamos escuchar el grito de guerra del enemigo: (Eleleu, Eleleu) y pensábamos habían enloquecido por la batalla.

Nuestra táctica consistía en debilitar las líneas enemigas y desorganizarlas, romper su falange, ya que huirían y así exterminarlos en retirada con la ayuda de la caballería, pues perderían velocidad debido al peso de su armadura. Esta táctica nos había servido anteriormente pues durante la revuelta jónica la falange ateniense fue diezmada por el ataque de nuestras flechas y rematadamente aniquilada por nuestra caballería, la mejor caballería conocida en nuestro tiempo, reclutada de Armenia, Bactria, Sogdiana… ) la usamos a la manera tradicional: embestida en caso de carga y excelente cambio de golpes en campo cerrado.

Pero ahora Milciades, jugaba con ventaja, ya que nos conocía, tenía experiencia en nuestros ejércitos, había sido súbdito del Gran Rey Darío, pero mas tarde se puso del bando sublevado y fue testigo de la campaña en Escita en el año 8 . Nuestra opción fue el ataque con arqueros que no llegó del todo a desorganizar la línea principal del ejército ateniense por lo que no les causamos apenas bajas, en esa fase de la batalla. Sin embargo, los atenienses redujeron su centro a 4 filas y sus alas seguían contando con 8 consolidando así los lados de su formación, para atacar a los nuestros algo que nos cogió por sorpresa. Pese a todo, poseíamos una superioridad numérica aplastante. Pero de repente vimos que el adversario avanzaba por ambos lados, y que estaban retrasando su centro para formar sus alas de ataque. Nos consolaba que contaran con menos tropas que nosotros pero el resultado fue tan inesperado como real, el ejército enemigo nos había envuelto, por lo que ante la falta de alternativas decidimos retirarnos en nuestras naves por mar, y aun así tuvimos a los atenienses pisándonos los talones.

Finalmente Artafernes y yo decidimos abandonar Maratón, pues estábamos esperando la señal de la cuidad que indicaba que los partidarios de Hipias habían incitado a Atenas a la rebelión, pero esa señal no llegaba. Además, los atenienses estaban esperando la ayuda de los lacedemonios para reforzarse y estarían a punto de llegar. Es así, que probamos a reembarcar nuestras tropas para ir a Atenas por Mar, pero con tan mal suerte, que cuando la caballería ya estaba prácticamente embarcada, sus tropas atacaron a las nuestras que aún permanecían en tierra firme. En ese momento ya era demasiado tarde. El enemigo sin dilación se lanzó a la carga contra nosotros inesperadamente y sus flancos nos envolvieron ocasionándonos grandes daños por lo que caímos derrotados frente a los atenienses.

Cuando consiguieron llegar los lacedemonios a Maratón, la batalla ya se había saldado con la victoria de sus vecinos los atenienses.

Al fin de la Batalla, Milciades, envió a Filípides a la ciudad para anunciar que nos había derrotado. ¡Qué osadía!

En cuanto a mis caídos en la expedición, algunos, sucumbieron en los pantanos (a causa del desconocimiento del territorio) y unos 6.400 en el campo de batalla. Con todo y con eso, los atenienses capturaron 7 de nuestras naves. Es cierto que a nuestro rival le ocasionamos perdidas, pero en un computo muchísimo menor. De sus muertos mas significativos: Calímaco, y el general Estesilao.

A nuestro Gran Rey Darío no pareció importarle mucho el resultado de la Expedición pues ni mi compañero ni yo perdimos el favor del Rey. Después de todo, el Egeo pertenecía a los súbditos del gran Rey por lo que así evitaría cualquier ataque enemigo a sus posesiones.

Antes de morir, deje dicho a mis hijos, Harmamitras y Titeo, que en el futuro lucharan por la causa que había luchado yo.

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