domingo, 20 de enero de 2008

LA LEGIÓN PERDIDA

La legión perdida

La legión perdida de Craso, o simplemente la legión perdida, es el nombre con que se conoce a una hipotética legión romana compuesta por parte de los cerca de 10.000 legionarios hechos prisioneros tras la batalla de Carrhae por los partos en el año 53 adC.

¿Quienes eran los partos?

Los partos originalmente eran una tribu perteneciente a los escitas (indoeuropeos) distinguidos por ser criadores de caballos y camellos bactrianos, con el nombre de parnos (parni o aparni), que residía en el sureste del Mar Caspio. Tras haber conquistado la provincia persa de Partia adoptaron el nombre partos, derivado de este lugar.

Desde 250 adC a 238 adC conquistaron, bajo su rey Arsaces, las regiones persas del imperio de los seléucidas y renovaron de esta manera el Imperio Persa

¿En qué consistió la Batalla de Carrhae?

La Batalla de Carrhae (también conocida como Batalla de Carras) fue una importante batalla que tuvo lugar en el año 53 adC en la ciudad de Carrhae (actualmente Harran, Turquía) entre el ejército romano al mando del general Marco Licinio Craso, gobernador de Siria por aquel entonces, y el ejército parto al mando del general Surena. Fue una de las derrotas más severas que sufrió la República Romana.

Los partos usaron únicamente caballería pesada acorazada armada de lanzas, los denominados catafractos, conjuntamente con arqueros a caballo, para derrotar a la infantería pesada romana. Surena, sabedor de sus limitaciones, evitó un ataque directo contra el ejército romano, limitándose a que los arqueros a caballo lanzasen a una distancia segura y sin descanso una lluvia de flechas sobre la densa formación de legionarios romanos, obligándoles literalmente a pegarse a tierra y protegerse con sus escudos. El tipo de arco compuesto utilizado por los partos, más grande y de una curvatura mayor que el asirio, permitía lanzar la flecha a gran velocidad, atravesando las corazas romanas. Con el fin de mantener un lanzamiento continuado de proyectiles sobre el ejército romano emplearon camellos para abastecer constantemente de flechas a los arqueros. Los intentos de los romanos por perseguir a los jinetes resultaban infructuosos, ya que éstos se alejaban a gran velocidad.

Advirtiendo Craso que la situación era insostenible, ordenó a su hijo Publio Licinio Craso que cargase con su caballería e infantería sobre los partos, los cuales fingieron una retirada disparando hacia atrás flechas mientras huían (el conocido como disparo parto) y alejando al desprevenido Publio del resto del ejército romano. En ese momento los catafractos cayeron sobre éste superándole en número. Pero en vez de atacar directamente, cabalgaron en círculos alrededor de la formación romana, levantando una polvareda y aumentado la confusión de los soldados, que no podían luchar con eficacia debido a su apretada formación. Los arqueros volvieron a lanzar flechas sobre la aislada infantería romana, la cual volvió a protegerse con sus grandes escudos de la lluvia de proyectiles. Viendo Publio el cariz que estaba tomando la batalla, ordenó a sus jinetes que atacasen a los catafratos. La caballería ligera gala, a pesar de su arrojo, no tenía nada que hacer contra las lanzas y corazas de los partos y poco a poco fue sucumbiendo de agotamiento por la sed y el calor.

Durante la refriega los partos mataron a Publio y ensartaron su cabeza en una lanza, a la vista del grueso de las tropas romanas.

Una vez aplastadas las fuerzas del hijo de Craso, Surena lanzó a su caballería contra el resto de las legiones romanas, obligándolas a ceñirse a un espacio limitado y volviendo a arrojar miles de dardos y flechas sobre ellos. Poco a poco los legionarios iban cayendo y sólo les salvó el hecho de que los partos rehusasen luchar por la noche.

Craso aprovechó esta oportunidad para replegarse a Carrhae con las tropas sanas, dejando a 4.000 heridos en el campo de batalla, los cuales fueron masacrados por los partos al amanecer. A la noche siguiente, obviando la relativa seguridad de Carrhae, Craso optó por huir de la sitiada ciudad hacía el oeste, aprovechando de nuevo la costumbre parta de no combatir a la caída del sol. Para ello se ayudó de un guía local que en realidad era un espía de los partos, el cual condujo mediante engaños a lo que quedaba del ejército romano, por un terreno que dificultaba el avance, hacia el grueso del ejército parto. Quinientos jinetes al mando de Cayo Casio Longino, por aquel entonces cuestor, y 5.000 legionarios romanos desconfiaron del traidor y desertaron, dirigiéndose ellos mismo hacia el oeste. El resto de los confiados se encontraron a la mañana siguiente con el ejército de Surena, el cual les ofreció parlamentar. Presionado por sus soldados Craso se vio obligado a aceptar la oferta. Durante el encuentro este y parte de la delegación romana fueron capturados y ejecutados.

Del ejército romano 20.000 fueron masacrados y unos 10.000 prefirieron rendirse esperando que se les fuese perdonada la vida y otros optaron por escapar al anochecer hacia Siria.

La cabeza de Craso fue exhibida en la corte de Orodes II y los siete estandartes romanos expuestos en los templos de Partia. Tres décadas después, en 19 adC, el emperador Augusto negoció la devolución de éstos y el regreso de los cautivos que habían sobrevivido.

Es en esta parte donde la realidad se confunde con la leyenda al intentar discernir el destino de los diez mil legionarios esclavizados de la expedición de Craso que algunos sugieren que constituyeron la legión perdida mencionada por Plutarco y Plinio y que reaparecería en China en el año 36 adC.

Las repercusiones

Para Roma la principal consecuencia de esta batalla fue la muerte de Craso, y en consecuencia la desaparición del primer triunvirato, pasando de una regla de tres a otra de dos. Pero aún así dos era multitud para el gobierno de la República y el camino estaba despejado para el inicio de la guerra civil entre Julio César y Pompeyo.

Otra de las implicaciones de esta batalla fue el hecho de que, lo que hoy conocemos como Europa se abriera a un nuevo y preciado material: la seda. Los romanos que lograron sobrevivir a la batalla describieron haber visto unas banderas brillantes, hechas al parecer con seda, usadas por los partos mientras les perseguían. Así, al mismo tiempo que el interés en Occidente por este tejido crecía, se extendía la ruta de la seda entre estos y China, dando comienzo a una de las rutas comerciales más grandes y prósperas de la historia

¿Realidad o leyenda?

A caballo entre la realidad y la leyenda, se sabe por Plutarco y Plinio que estos hombres fueron conducidos al extremo oriental del imperio Parto, en la antigua Bactriana (la actual Afganistán), siendo la mayoría esclavizados. Pero los partos conservaron algunas unidades dispuestas a seguir combatiendo a cambio de no ser condenados a muerte o a la esclavitud. Así, una parte de la legión cautiva fue mandada a las proximidades del río Oxus (hoy Amu Darya) en la Bactria (la actual Turkmenistán) para luchar contra los hunos, desapareciendo allí su rastro. El caso es que, tras la firma de la paz entre romanos y partos en el año 20 adC, se estableció el retorno de los prisioneros, pero ya entonces se desconocía dónde estaban los efectivos supervivientes de las derrotadas legiones de Carrhae.

La hipótesis de Liqian

En 1955, el historiador estadounidense Homer H. Dubs, en una conferencia impartida en Londres titulada «Una ciudad romana en la antigua China», afirmó haber encontrado el destino de estos legionarios.

Según este investigador, la legión perdida reaparece en las crónicas chinas de la dinastía Han en el año 36 adC. En ellas se menciona una batalla librada por la ciudad de Zhizhi entre el ejército chino y un extraño contingente de soldados que protegía el asentamiento. Se señala que éstos usaban fortificaciones de empalizadas rectangulares y que entraban en combate perfectamente organizados («alineados y desplegados en una formación como de escamas de pescado») en la puerta de la ciudad, lo que recuerda a la testudo romana, en la que los infantes se protegen unos a otros formando con los escudos una especie de coraza.

Estos hechos, registrados por Ban Gu, biógrafo del general chino Gan Yanshou, que participó en aquella contienda, han hecho pensar a algunos expertos que los defensores de la ciudad de Zhizhi (actual Dzhambul, Uzbekistán), eran miembros de la legión perdida. La ciudad de Zhizhi fue tomada finalmente y los 1.000 prisioneros extranjeros fueron deportados a China y asentados en la ubicación de la actual Yongchang (provincia de Gansu, China), para proteger las fronteras del imperio chino y a sus habitantes de las incursiones tibetanas.

Este nuevo lugar fue llamado por decreto imperial Li-Jien o Liqian, el término usado por los chinos para referirse a Roma, aunque era extremadamente raro que los chinos diesen a sus ciudades nombres extranjeros. El topónimo se documenta por primera vez en el año 5 dC. Años más tarde, siguiendo la tendencia confuciana a la rectificación de los nombres, el lugar fue renombrado como Jie-lu, que significa "cautivos".

A pesar de que la existencia de la legión perdida pueda estar más allá del mito, la realidad es que, aun con las posibles evidencias bibliográficas; los análisis de ADN realizados a la población y los restos romanos encontrados en excavaciones arqueológicas (monedas, cerámica y cascos), no existen certezas concluyentes de presencia romana durante este periodo en la China imperial, teniendo en cuenta que Li-Jien fue un puesto avanzado que estuvo localizado dentro de la antigua ruta de la seda.

No sería hasta el año 166 cuando una delegación oficial, enviada por Marco Aurelio, conseguiría llegar hasta la capital del imperio, Luoyang, en el que es considerado el primer contacto oficial conocido entre Roma y China. Aun así, la resistencia china al aperturismo y las grandes distancias entre ambos imperios hicieron imposible los contactos regulares entre las dos culturas.

La Legión perdida en la literatura

El escritor italiano de novela histórica Valerio Massimo Manfredi basa su último relato, El Imperio de los Dragones, en estos hipotéticos hechos.

LA LEGION PERDIDA.

Según la historia oficial, se considera que el primer contacto entre romanos y chinos se produjo en el año 166, cuando una embajada enviada por Marco Aurelio llegó hasta Luoyang. Las distancias tan grandes para aquellos tiempos impidieron el establecimiento de serias relaciones diplomáticas entre las dos culturas más florecientes conocidas hasta la fecha, y el conocimiento que tuvieron entre sí los dos pueblos fue vago e inexacto. Los chinos denominaron al Imperio Romano como “Li-jien”, que etimológicamente procede de la palabra “legión”, a través de algunos de sus comerciantes que se movieron por Alejandría.

En base a unos estudios de hace cincuenta años que conectan narraciones de historiadores coetáneos chinos y romanos, y gracias a trabajos genéticos y antropológicos actuales en una pequeña región noroccidental china que curiosamente se llamó en el pasado “Li-jien” se abre una brecha en lo admitido hasta la actualidad con respecto al contacto entre los dos Imperios, y lo que empezó con tintes de leyenda empieza a perfilarse como una realidad bastante más que plausible.

Año 53 a.C.

Licinio Craso emprende una arriesgada campaña en Asia, y al frente de 45.000 hombres se adentra en el imperio de los partos, un poderoso reino oriental, medio bárbaro y medio griego, como herencia de las campañas de Alejandro Magno y que ocupaba los territorios de los actuales Irán, Irak y parte de Turquía. Craso es uno de los tres elementos que conforman el triunvirato que rige toda Roma y desea laurearse en la guerra al igual que hacen Julio César, que triunfa en esos momentos en las Galias, y Pompeyo, que se haya en Hispania escarmentando a los rebeldes íberos que bajo Sertorio aspiran establecer un estado independiente con capital en Osca (Huesca).

Los romanos que lidera están compuestos por siete legiones, 4.000 arqueros y 4.000 jinetes galos, y se creen capaces de escarmentar a la temida caballería parta, que es el cuerpo principal del ejército enemigo.

Los sucesos de esta contienda nos han llegado a través de escritos de Plinio y Plutarco, y lo fundamental es que una vez atravesado el Eúfrates, probablemente con las tropas estiradas en una marcha formada por una delgada columna, son atrapadados por sorpresa por la caballería enemiga en Carrhae (Carras, la actual Harran para los turcos). Se produce un descalabro de primer nivel, en el que seguramente los partos dividirían al temible ejército romano en partes, aislándolo en grupos y haciéndolo más vulnerable a las acometidas de los jinetes, y el resultado fue de más de 20.000 muertos con Craso al frente, y más de 10.000 prisioneros. Tras la batalla gran parte de los prisioneros son utilizados en trabajos forzados, pero algunas unidades de élite son enviadas a Bactria (otro territorio que fue un reino helenístico), al norte del actual Afganistán, a orillas del río Oxus (actualmente denominado Amu Dariá) para proteger la frontera y combatir a los antecesores de los hunos, nómadas que por aquellos años asolaban esas tierras. Y qué mejor que enviar a los mejores romanos supervivientes para contenerlos.

Aquí, en los confines orientales conocidos para los mediterráneos desaparece la pista de lo que debía ser una legión, la legión perdida. Años más tarde, cuando Roma venció a Partia y se exigió la devolución de los soldados prisioneros, nada se supo de esos hombres a pesar de todos los esfuerzos que se dedicaron a su recuperación.

Año 36 a.C.

La dinastía Han gobierna el Imperio Celeste de China. Este gran estado poseía ya por aquel entonces 40.000 kilómetros de carreteras (aproximadamente la mitad que Roma) y en ese año el general Gan Yanshou emprendió una campaña militar en los territorios fronterizos occidentales, la actual provincia de Xingiang, contra los nómadas "xiongnu", que debían hacer más o menos lo que los “pre-hunos” por Bactria y el río Oxus. Las crónicas de esta campaña nos ha llegado a través del historiador Ban Gu, que narra una biografía del general chino. En aquellos momentos teóricamente solo la zona del Pamir separaba al ejército de Gan Yanshou de la legión perdida de Craso. Pero hay algo que hace pensar que estuvieron aún más próximos. Cerca de la actual capital del Tadjikistán, en la ciudad de Zhizhi, el historiador narra cómo su ejército se topó y enfrentó a unos bárbaros, un misterioso enemigo constituido por soldados veteranos, muy disciplinado y protegido en una fortaleza de madera de forma cuadricular, y cómo su infantería estaba perfectamente formada en una línea como de escamas de pescado que protegía cuerpo y extremidades. Puede que sólo sea una hipótesis, pero creo que se trataba de la legión perdida, que prefirió huir del dominio parto y buscar fortuna por su cuenta más allá de lo conocido, y que lucharon por salvar sus vidas contra un ejército poderoso y desconocido, utilizando el testudo contra las flechas con gran eficacia, y que dieron tal lección militar y provocaron tal admiración en los chinos, que estos perdonaron la vida a los últimos 1.000 o 1.500 soldados, los cuales, según Ban Gu, fueron destinados a la provincia de Gansu donde fundaron la ciudad de Liqian (nombre chino que denominaba a Siria y el Oriente romano) para proteger la gran muralla de los invasores.

RESTOS DE LA HIPOTÉTICA FORTALEZA ROMANA DE LIQUIAN

Unos creen que los descendientes de este contingente fue derrotado y arrasado en el siglo VIII por tropas tibetanas, que en aquel entonces eran mercenarios terribles, auténticos señores de la guerra, pero los estudios genéticos hechos en Liqian dan pie a pensar otras cosas. Por un lado, hay diferencias físicas muy importantes entre los nativos de la zona y el resto de chinos; se ha comprobado que un 46% de sus habitantes tienen rasgos claramente de origen europeo: ojos azules y verdes, pelos rizados y/o de color castaño, y hasta narices aguileñas; hace años se encontraron en torno a cien esqueletos de hace más de mil años con una altura promedio superior a los 180 centímetros. Y si se buscan pruebas más bien arqueológicas, en Liqian quedan los restos de una fortaleza, con 30 metros de longitud y medio de alto, que según los nativos hasta hace poco más de 30 años, medía más de 100 metros de longitud y era mucho más alta... toda una lástima que haya sobrevivido milenios y la hayamos perdido en tan poco tiempo. También se han encontrado restos, como una gran piedra cúbica que alberga misteriosos restos de estilo occidental.

Si bien es cierto que muchos de estos argumentos pueden ser rebatidos y explicados por otras causalidades, creo que la combinación de todos conforma una teoría apasionante. Yo creo que Roma y China se encontraron en Zhizhi, que los romanos lucharon fieramente en aquel lugar del lejano Oriente, y que la legión perdida finalmente alcanzó con honor su merecida libertad.


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